LA MISTERIOSA BELLEZA DE LA SIERRA DE LAS MINAS
Justo en el sitio en que el río Teculután tributa sus aguas al caudaloso Motagua, hay un pueblo que tiene su mismo nombre. Río y Pueblo son, en conjunto, parte de un intrincado y encantador sistema de accesos a la “Sierra de Las Minas”.
Señera, espléndida y enigmática, la arcaica cordillera constituye una cadena que se extiende de Suroeste a Noreste, de San Jerónimo Verapaz y Mariscos, por terrenos de Las Verapaces, El Progreso, Zaca e Izabal. Su cresta, un complejo topográfico brutalmente tortuoso, debe la anfractuosidad a una multitud de accidentes del relieve que se suceden y alternan, de manera agradablemente regular.
En términos del lenguaje popular guatemalteco, las evaluaciones mayores se llaman “montañas” y “cerros”. Las mesetas, poco menos que desconocidas aquí, se remplazan por gran número de quebradas (“rejoyas”) que bullen de vida. Innumerables ríos nacen en el macizo, de cristalinas y heladas aguas que se desempeñan con ímpetu por escarpadas laderas.
El río Polochic, corre a lo largo de su flanco septerional, el Motagua en el meridional. El valle de aquél separa a la Sierra de la de San Cruz, el de éste de la Sierra Madre. De lechos situados casi a nivel del mar, sus aguas distan de las elevadas cumbres formidables trechos, tanto como 2,987 metros al pico del cerro Razón. Con grandes diferencias altitudinales y flancos abruptos “Las Minas” guarda portentos naturales muy exclusivos.
Los geólogos enseñan que, hace varios millones de años, sus rocas formaron parte de fondos oceánicos. Además, creen que posteriormente y durante muchos milenios, no fue más que una isla, de las cuantas que precedieron al país en su remoto origen quizá ellos explique el por qué su riqueza y excelsitud.
El origen de su nombre posiblemente se encuentre relacionado a la presencia de minas en su mole. Sin embargo, su granítico núcleo sólo soporta, en la ladera Norte, rocas sedimentarias de pavorosa antigüedad, y a lo largo de la vertiente Sur afloramientos de gneises, esquitos, serpentinitas y mármoles. Esta vertiente conforma una sección de la zona de contacto de rocas metamórficas, que corre paralela a la abismal falla del Motagua.
Hay en Zacapa, unas canteras de mármo, impresionantes por la exquisitez del mineral; en El Progreso y Baja Verapaz las hay de serpentina. Realmente, La Sierra no puede calificarse de emporio minero; sin embargo, habida cuenta de lo majestuoso de su biota, las “vetas” y “filones” de seres vivos la convierten en ¡La Sierra de Las Minas Biológicas!
Como recuerdo del primigenio establecimiento de árboles neárticos en sus suelos tiene hermosas asociaciones de pinos y encinos.
De los primeros fundamentalmente Pinus oocarpa, P. pseudostrobus y P. ayacahuite, de los segundos los endémicos Quercus flagellifera y Q pacayana. También el llamado “escobo” (Prunues barbete), único de Guatemala, forma parte de tan excepcional flora.
La mayoría de los encinos chapines marcan el paso de las cuatro estaciones climáticas, pero más intensamente lo hacen Liquedambar styracufkua y Acer skutchii, ambos habitantes de Las Minas. El luiquidambar, un soberbio árbol de alto porte, produce ambarinas y útiles resinas (de ellas se obtenían aun antes de la conquista, inciensos y aromatizadores para el tabaco). Acer, por su parte, es una magnífica planta de entre 15 y 30 metros de alto, exclusiva de Guatemala y pariente muy cercana del “maple” canadiense.
Tres biomas formas sus comunidades: Bosque de Montaña en la cresta, Selva Tropical Pluvial Perennifolia en la ladera Polochic y Chaparral Espinoso en la ladera Motagua. En la larga cima, el biotopo predominante es el bosque nublado. Este eternamente húmedo y caracterizado por hábitats umbríos, tiene una impresionante variabilidad biológica que corre parejas con su dramática fragilidad ecológica.
Los ambientes forestales de esta cordillera están entre las menos conocidos del país, y en algunas regiones los menos perturbados por la acción del hombre. Pero su ladera Sur ha sido criminalmente devastada por individuos sin conciencia, en depredaciones que casi alcanzan las regiones inmensas en nubes.
La Sierra de Las Minas, es misteriosa, pero intensamente bella. Sus agrestes paisajes, de pasmosa hermosura, constituyen uno de los sublimes legados de la naturaleza.
Redacción: Brenda Elizabeth Ramírez Salazar
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